viernes, 11 de septiembre de 2015

Los placeres y los días

     






 En esa hora mágica en la que el día se despide del sol, me gusta bajar a la playa y disfrutar de la serena soledad que me regala el ocaso. Pies descalzos, ropa liviana, sentidos dispuestos... todo invita a encontrarme y encontrarte. No quiero perderme el espectáculo, por eso llego con tiempo, preparándome para recibirte. El sol me estrecha en un último abrazo lanzándole un guiño a mis ganas, y me siento en la arena, segura de que llegarás. 



      Miro aquí y allá, no alcanzo a verte... pareces jugar al escondite, traviesa y tímida. Esperas a que caiga la noche, lo sé, siempre lo haces. Y luego, en ese infinito instante de estrellas cómplices, te gusta sorprenderme luciendo tu mejor cara: plena, segura, poderosa, envolviendo el cielo en tierna tibieza. Porque solo tú, luna, me sabes llenar los sueños de calma y de mar, de susurros robados a la brisa de los tiempos.


       Y me dejas un reguero de purpurina sobre la arena mojada para que lo siga hasta el mar, allí donde te diluyes en plateados reflejos, invitándome a tu fiesta. Te observo bailar con las olas, tocar la orilla y volver, es tu manera de decirme: "¿quieres?, te espero". Mil sensaciones se desatan, las dejo escapar... Y vuelvo a sucumbir a tus encantos. Tu luz abrazándome la piel, empapada de mar y de noche, entregada al misterioso ritual de tus destellos...Y el tiempo detenido en un suspiro.