En esa
hora mágica en la que el día se despide del sol, me gusta bajar a la playa y
disfrutar de la serena soledad que me regala el ocaso. Pies descalzos, ropa
liviana, sentidos dispuestos... todo invita a encontrarme y encontrarte. No
quiero perderme el espectáculo, por eso llego con tiempo, preparándome para recibirte. El sol me estrecha en un último abrazo lanzándole un guiño a mis ganas, y me siento en la arena, segura de que
llegarás.
Miro aquí y allá, no alcanzo a verte... pareces jugar al escondite,
traviesa y tímida. Esperas a que caiga la noche, lo sé, siempre lo haces. Y
luego, en ese infinito instante de estrellas cómplices, te gusta sorprenderme
luciendo tu mejor cara: plena, segura, poderosa, envolviendo el cielo en tierna
tibieza. Porque solo tú, luna, me sabes llenar los sueños de calma y de mar, de
susurros robados a la brisa de los tiempos.
Y me dejas un reguero de purpurina sobre
la arena mojada para que lo siga hasta el mar, allí donde te diluyes en
plateados reflejos, invitándome a tu fiesta. Te observo bailar con las olas,
tocar la orilla y volver, es tu manera de decirme: "¿quieres?, te
espero". Mil sensaciones se desatan, las dejo escapar... Y vuelvo a
sucumbir a tus encantos. Tu luz abrazándome la piel, empapada de mar y de
noche, entregada al misterioso ritual de tus destellos...Y el tiempo detenido en un suspiro.