He de reconocer que aquel no fue un buen año para nosotros. Con el
verano llegaron las primeras sospechas y la sombra de la duda nos golpeó en el
rostro, salpicando de inquietudes la
tranquilidad de los días. Con los miedos a flor de piel, deseando que todo quedase en una cruel
pesadilla, se confirmaron los peores pronósticos: la salud de papá se resentía, y el
corazón se nos tiñó de dolor.
Con el
paso de los meses la vida nos hizo
ver que podíamos convivir con el susto, que era el
momento de mirar al frente, de hacerlo por
él y también por nosotros. Casi sin
darnos cuenta, los días nos fueron dando cobijo y alguna que otra caricia. Trabajo, hijos,
pareja, amigos…mi mundo volvía en sí, o al menos eso creía.
Pero de zarpazos nunca estamos libres y mucho
menos de los que esconden traiciones, esos que provienen de personas en las que creías, por las que alguna vez
apostaste; porque hay decepciones que se
empotran en el alma y te hacen tambalear, que no alcanzas a entender. Y es en esos momentos cuando necesitas parar y
replantearte muchas cosas, cuando te agarras a aquello que piensas puede darte
fuerzas, lo que te va a permitir bucear para después salir a flote. En mi caso,
los flotadores fueron las personas a las que quiero y me quieren, esas que me lo demuestran todos los días. Y también lo
fue la música, compañera fiel a la que mantuve apartada durante meses porque en mis horas parecía no haber
sitio para ella. La música quiso volver a tener un hueco en mi vida y yo la dejé hacer: inspiró
instantes, desató emociones, propició encuentros, supo ser consuelo y también sosiego.
Y apareciste tú: de puntillas, como pidiendo permiso, tan educado... Te invité a volar y aceptaste, sin saber que con ello estabas dándome alas para vivir mis propios sueños, esos que durante años estuvieron adormecidos por la premura de lo que la vida me iba poniendo por delante. Sueños que ahora despertaban del letargo y encontraban la ocasión de vestirse de realidad, que se negaban a permanecer ocultos por más días. Con el tiempo descubrí tu tesón. Me enseñaste que querer es poder, que nada hay más gratificante que hacer las cosas con amor. La ilusión que leí en tus ojos la hice mía y no quiero desprenderme de ella. Te tuve ahí y te sigo teniendo, así lo siento.
Por eso,la aventura en la que ahora me embarco es un poco tuya también. Esta locura de letras prendidas a un sueño, de historias que quieren ser contadas, comienza a tomar forma en mi vida. Ahora sé que ha llegado el momento de hacer volar la imaginación, de que el sentimiento se deje acunar por la palabra, de compartir esto que llevo dentro. Y es inevitable que en mi pensamiento estéis los que habéis contribuido a que esto sea hoy posible. A todos, gracias.
Por eso,la aventura en la que ahora me embarco es un poco tuya también. Esta locura de letras prendidas a un sueño, de historias que quieren ser contadas, comienza a tomar forma en mi vida. Ahora sé que ha llegado el momento de hacer volar la imaginación, de que el sentimiento se deje acunar por la palabra, de compartir esto que llevo dentro. Y es inevitable que en mi pensamiento estéis los que habéis contribuido a que esto sea hoy posible. A todos, gracias.
No hace
falta que te diga lo mucho que te debo.
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