Tengo un tesoro de
cuerda y resinas anudadas que, cuando le place, viste de verano mi muñeca; una
pulsera que entra y sale de mis días a su antojo como solo ella sabe hacer, pues no seré yo
quien ponga trabas a sus vaivenes.
Vino conmigo de mi
último viaje por la costa sur de Portugal y confieso que lo nuestro fue un flechazo:
bastaron unos minutos para que saltara a
mis manos desde un tenderete improvisado en aquel mercadillo, en una ventosa punta del mapa. A veces pienso
que era tal la belleza del lugar en el que la encontré, que el destino me eligió para que cada verano me vuelva a regalar el recuerdo de aquel paisaje.
Al mirarla, me
sorprendo descubriendo en ella algunos de los rasgos que me definen. Será que
hay objetos que nos buscan, que prefieren un compañero afín con el que
compartir los días; o será que somos
nosotros los que, al ver nuestro reflejo
en ellos, sentimos esa inexplicable atracción. Lo cierto es que nos llevamos
bien ella y yo, nos respetamos, incluso nos echamos de menos.
Reconozco que
nuestras despedidas son cosa mía. Con el fin del verano y la vuelta a las
obligaciones, cualquier cajón me parece bueno para que duerma; y allí la dejo, tranquila, mientras transcurre
la vida. Y me enfrasco en mis cosas…y me olvido de ella.
Pasados
los meses, cuando el calor aprieta
y las horas se llenan de mar y arena, el
día que menos lo espero, buscando un pendiente, un lápiz, o un recibo que
extravié, ahí vuelve a aparecer. Y un
año más me pide saltar a mi muñeca, como
lo hizo la primera vez… como seguirá haciéndolo.
Y no soy capaz de negarme. Porque este tesoro
mío, tan sencillo, tan discreto, me
engatusa cada año con su aroma a salitre y puestas de sol, a siesta, a largas tertulias entre amigos y a esa paz que
envuelve los momentos que se viven sin relojes que marquen los tiempos.
Hay objetos que parecen tener caracter y se nos meten en el alma, así pasa con estas cosas que nos ponemos, a veces traen consigo una vida..Saludos Isa, preciosos recuerdos
ResponderEliminarCierto...y allí se nos quedan. Un saludo Alfmega
Eliminarcon determinados objetos siempre queda la duda si nos pertenecen o nosotros les pertenecemos. muy bien narrado
ResponderEliminarGracias Sergio por tus palabras.
EliminarYo había llevado pulseras de piel en las dos muñecas durante más de diez años seguidos. Después me las he ido poniendo y quitando a conveniencia pero las primeras parecía que acompañarían ya para siempre jamás...
ResponderEliminarTambién una máscara en forma de pequeño colgante de cuello: 14 años con ella...
Sí, son objetos que deben de estar cómodos con nosotros.
podi-.
Y nosotros cómodos con ellos...en perfecta armonía, diría yo.
EliminarSiempre suelo llevar alguna en la muñeca y cada una de ellas tiene una historia. Muy delicado relato.
ResponderEliminarMuchas vienen para quedarse, como la mía, otras están de paso...pero cada una nos deja algo. Gracias por comentar.
EliminarPues sí, Isabel. Jamás me separo de mis pulseras y mi piojo (un colgante de cuero). Cada es una batalla y detrás hay alguien que me importa. Son parte de uno. Jamás las guardo y sólo me las quito para fregar o bañarme :) Me encanta, muy buen rollito el texto. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Ana, todos tenemos objetos especiales...y es cierto lo que dices, llegan a ser parte de uno. La de mi texto se ha convertido en un tesoro para mí, me anuncia el verano, el relax, la playa...mmmm ya me huele a mar....
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